miércoles, 7 de diciembre de 2011

las grandes obsesiones dietéticas de los hombres y mujeres de los países ricos


En todos los periódicos a lo largo y ancho de Europa y Estados Unidos, habrá algún articulo, algún anuncio sobre las grandes obsesiones dietéticas de los hombres y mujeres de los países ricos: ¿cómo adelgazar?, ¿cómo hacer para no comer tanto?

Mientras muchos de nosotros venderíamos nuestras almas por conseguir la pastillita mágica que nos permitiera hartarnos de churros, chorizo y huevos fritos sin aumentar de peso. y (claro) sin incrementar los niveles de colesterol, hay 800 millones de personas en el mundo que se van a la cama todas las noches con hambre. Y hay más de 800 millones que tienen sobrepeso o padecen obesidad. según el Worldwatch Institute de Washington, un organismo que se dedica meticulosamente a acumular esta clase de datos.

Más estadísticas, todas de Naciones Unidas:
cada cinco segundos muere un niño de hambre; uno de cada cinco niños en Estados Unidos es peligrosamente obeso; 10 millones de personas mueren cada año debido al hambre o las enfermedades que provocan y acentúan la malnutrición; el mundo produce comida más que suficiente para todos los seres humanos; el presupuesto total mundial que dan los Gobiernos de los países ricos para el desarrollo de los países pobres es de 50.000 millones de dólares al año; el presupuesto de Estados Unidos para la guerra en Irak (según cifras oficiales de ese país)  duplica esa cantidad.

El hambre, que mata directa o indirectamente a nueve veces más personas cada día de las que murieron en las Torres Gemelas de Nueva York, es la manifestación más extrema posible de la pobreza, del fracaso humano. Reducir la cifra de gente hambrienta en el mundo a la mitad ha sido identificado como una prioridad dentro de los Objetivos Milenio de Naciones Unidas para los próximos 10 años. Aparte de organizaciones pertenecientes a la ONU hay 1.200 ONG comprometidas con este esfuerzo, entre ellas Cruz Roja Española.

Los países ricos responden bien cuando ocurre una catástrofe, pero lo que no han sabido hacer es ayudar a que se evite, o crear las condiciones para que los problemas del hambre endémica desaparezcan. O al menos no con el empeño necesario, no hay hambruna hoy  al nivel de 1984, pero hambre permanente, sí.

los países ricos no se interesan lo suficiente como para presionar a sus Gobiernos para que inviertan más en ayuda a los pobres del mundo, que en nuevos submarinos. Mientras se reacciona de manera ágil y eficaz y contundente (sin escatimar las inversiones), a la hora de rescatar a los Bancos, existe poco afán por el trabajo lento, gradual, poco glamoroso (lejos de las cámaras de la CNN) que se requiere para ir paulatinamente ganando terreno al hambre y previniendo así las grandes hambrunas antes de que ocurran.

Lo más importante es que la gente sepa cómo ganarse la vida, que se valga por sí misma. El hambre es la pobreza llevada a su máxima expresión. Con lo cual, lógicamente, hay que combatir la pobreza, hay que dar a la gente los medios y las condiciones para que puedan “enriquecerse”.

Hay que procurar crear sociedades democráticas en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Cuanto más responsable y preparada sea la gente en el poder y cuanto más generosa la gente en los países cuyos problemas de supervivencia elemental están resueltos, menos hambre habrá en el mundo. El problema es que todo esto, como demuestra la historia de la especie, es mucho pedir.